Chicos, chicos, no se si ya La Xtabay se hizo tan famosa a nivel mundial (¿?, ja, ja) o qué es lo que sucede, pero se están acrecentando las misivas con insultos y las firmas feuchas en el libro de visitantes. Sólo díganme una cosa... ¿qué culpa se tiene mi pobre madre en todo esto?
* Una persona es atropellada cada 5 minutos... ¿cómo hace ésta persona para aguantar tanto madrazo?
* ¿Por qué le llaman héroe al que no tuvo tiempo de correr?
* Las fallas de los cocineros se tapan con salsas, la de los arquitectos con flores, y las de los médicos con tierra.
* El cementerio debe ser un lugar genial, todos se matan por entrar.
* AQUÍ hablamos castellano, O.K.?
* Es curioso que se le denomine sexo oral a la practica sexual en la que menos se puede hablar.
* Para ponerse delante de un toro hay que tener en cuenta las tres "b" : balor, bista y buevos.
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Un fotógrafo aficionado realiza una serie de
fotos. Dos años más tarde se dará cuenta que ha fotografiado el
rosotro de Neptuno (está acostado).
El acantilado tiene una altura de cerca de 70 metros. (Foto enviada por Gaby, una lectora) |
Incendio en Montana. | ![]() |
El humor
es el lenguaje que emplean las personas inteligentes para entenderse con
sus iguales.
"ALL INCLUSIVE" ...(menos la educación)
¡Tía, voy
a ir a un hotel en Can-Cun en el que puedes comer todo lo que quieras y
no tienes que pagar nada!... (¿?).
Esas palabras que me dijo
hace tiempo un pequeño amiguito se me quedaron grabadas y me dieron
la idea de este tema.
Así es mis queridos
lectores, pongámonos a pensar en el ya tan famoso sistema “ALL INCLUSIVE”
que manejan muchos hoteles de todas partes, con el único propósito
de mantener cautivos en el hotel a sus huéspedes y que no vayan
a consumir ni una coca-cola a otro lado. Para mí, un sistema
muy cómodo, la verdad, cuando quiere uno ir a descansar sin salir
del hotel, a pasarla bien sin que la prioridad del viaje sea la comida
gourmet y sobre todo cuando lleva uno niños que quieren refresco,
helado, papas, etc., a cada rato.
Peeeeeeero, aquí
viene lo bueno. Los creadores del “ALL INCLUSIVE” jamás, nunca
jamás, tomaron en cuenta al personaje principal de mis desvelos:
¡el yucateco promedio!
Ese concepto del “ALL
INCLUSIVE”, creado en la cabecita de mi pequeño amigo, de que no
tienes que pagar nada, porque claro, ya lo repagaste antes de ir, da mucha
alegría al viajero común y corriente porque tiene la tranquilidad
de irse con sus vacaciones ya pagadas y no tendrá que esperar las
cuentas al regresar, pero, para el yucateco no es así. La
idea que se queda grabada en su mente es: -“ALL, significa toooooodo, todo,
todo, todito” y, creadores como son de la filosofía del “¡SI
YA LO PAGUÉ!”, es cuando entran algunos en acción.
Todo comienza desde que se sube a su auto, rumbo a Can-Cun, incluida una nevera con refrescos, bolsas de papas, sandwiches y toda clase de golosinas para el camino; ¿será que no puedan desayunar antes de salir y esperar solamente 4 horas para llegar al hotel?, o en su defecto, 2 horitas para llegar a la isleta, ese lugar tan horrible a mitad de la carretera, que a veces llegas a adorar cuando te estás “wishando”. Bueno, en fin, ya sabemos cómo llega el auto a su destino, lleno de migajas, bolsas vacías y refrescos derramados y todos bajan como si hubieran hecho un viaje de 3 días sin escalas, -“huay, qué bueno que llegamos, ya estoy todo entumido...”-. Se dirigen al lobby a verificar la reservación, pero no puede ir uno solo, no, toda la familia tiene que achocarse en el mostrador para verificar todos los detalles, si las habitaciones tienen vista al mar, si quieren camas separadas los matrimonios más antiguos o king size los recién casados, etc. Ya todos con sus pulseritas plásticas puestas que certifican que pueden comer y beber toooooooodo lo que quieran, entonces sí, al ataque.
Con su traje de baño
puesto, marca "Catalina" y que ya vió pasar sus mejores épocas,
para los miembros más antiguos de la familia y "Náutica"
para los más modernos, emprenden su excursión hacia la piscina,
porque eso sí, al yucateco en general no le gusta la playa estando
en Can-Cun, solo en
la
"temporada",
es decir, cuando van a un hotel pasan todo el tiempo en
la alberca. ¿No sería lo mismo irse de vacaciones
al “Mérida Misión” y disfrutar solamente de la piscina?,
¿para qué manejar 4 horas, pagar una caseta y repagar un
hotel para no pisar la arena ni un segundo?, en fin, cada loco con su tema.
Volviendo a nuestro tema
original, ya estando en la alberca, el yucateco empieza a desquitar el
“ALL INCLUSIVE” (acuérdense... –“eeehhhhh si ya lo pagué!-)
y a pedir bebidas exóticas o bebidas que nunca antes hubiera pedido
si las pagara una a una; acuérdense que ya tiene una dualidad de
sensaciones, la de que ya pagó con anterioridad y tiene que desquitar
lo pagado y la de que todo le está saliendo “gratis”, así
que las “piñas coladas”, los “daiquiris”, los “sex on the beach”
y los “ticket to fly” empiezan a desfilar como agua. Y ¿cómo
nada más así las bebidas solamente? nnnnnnooooooo,
4 órdenes de nachos, 3 de papas a la francesa y 3 ceviches para
botanear, (-“aprovecha linda, si ya lo pagamos”). A la 1 de la tarde
que comienza el buffet de la comida, comienza también uno de los
momentos más vergonzosos del yucateco en el “ALL INCLUSIVE”, toooooda
la familia se quiere sentar junta y ¡son 10!, yo no sé por
qué razón, en todos los restaurantes se vuelven locos cuando
uno pide mesa para 10 personas y voltean a ver a la familia como los bichos
más raros que puedan existir por querer sentarse juntos. Después
de mover 12 mesas, achocar las sillas y decidir quién se va a sentar
junto a quién, viene lo bueno; el yucateco se vuelve loco ante un
buffet, como si nunca hubiera visto tanta comida junta y se la quiere servir
todita al mismo tiempo. Se sirve platos monumentalmente llenos, el
aderezo de la ensalada rebosa por los lados, si hay 4 o 5 tipos de carne,
se sirve varias rebanadas de todas, pastas, acompañamientos, etc.,
y el plato verdaderamente da risa, como si llevaran días sin comer
en una isla desierta. Ah, y si por casualidad hay en el buffet camarones,
langosta o algún platillo “caro”, ni qué decir, desfilan
platos y platos de esa comida porque, imagínense, poder comer tooooodos
los camarones que uno quiera, ¡gratis!, ¿o “ya lo pagué...”?
Luego, aunque ya no puedan ni respirar, con el estómago tan lleno
que en cualquier momento pudiera estallar, hay que visitar la mesa de los
postres y casualmente todos los miembros de la familia llenan sus platos
y cuando vuelven a la mesa, dicen –“traje varios por si alguien quiere”-,
pero como todos pensaron lo mismo, ni modo, a sacrificarse y hay que comerse
todos.
Y conforme el día
sigue su curso, el yucateco tiene que aprovechar todo en el “ALL INCLUSIVE”,
los juegos en la piscina (recuerden que apenas pueden moverse por la cantidad
de alcohol y de comida que han ingerido), que los hace volverse “buena
onda” y adoptan el papel del gringo al que le gusta que lo traten como
idiota en Can-Cun y le llenen el buche de tequila cada 10 minutos, las
vueltas en bicicleta por el hotel, la cancha de tenis (aunque en su vida
hayan agarrado una raqueta), el golfito, mááááre,
pero cómo no, ¡si ya lo pagué!... ¿o era gratis?
Después de dormir
la imperdonable siesta para el yucateco, no muy a gusto porque está
perdiendo eventos pre-pagados, todos se ponen sus mejores galas y se dirigen
al lobby bar a tomar unas copitas de aperitivo y luego al restaurante para
cenar, pero ¡oh sorpresa!, hay un restaurante de especialidades ¡también
incluido en el precio!, ¡qué suerte!, puedes ¡pedir
todo lo que quieras del menú, huay, hasta 15 órdenes de camarones
a la plancha si quieres!, ¡dale, vamos a ese!
Beeeeeeeeeeeeep, error,
el de la puerta les dice que tienen que hacer la reservación desde
la mañana para poder cenar en ese restaurante, así que ya
tienen todo planeado para reservar al día siguiente a primera hora,
no sin antes insistir varias veces en entrar... –“por favor mi capi, somos
paisanos...”-.
Bueno, ni modo, a fin
que mañana van a cenar en ese restaurante, así que hoy ¡vamos
de nuevo al buffet de la cena!, otro momento embarazoso de gula colectiva.
Como el cuarto tiene jacuzzi, pues hay que aprovecharlo y el yucateco, que en su vida había visto uno tan de cerca, lo prende, moja la cortina e inunda el cuarto porque acciona la bomba antes que esté lleno. Ya que logra empezar a llenarlo correctamente y lee las instrucciones que dicen ...10 gotas de jabón líquido, decide echarle medio frasco, -"para que quede como en las películas" y entonces los niños ¡se echan hasta clavados! y se pierden en la erupción de espuma.
A la mañana siguiente
y concientes de que el horario del desayuno es de 7:00 a.m. a 11:00 a.m.,
el yucateco se aparece en el restaurante a las 10:58, por supuesto a pedir
su mesa para 10 personas. Los omeletes que piden, obviamente que
son ¡con todo! ¿habían visto a alguien comer 20 rebanadas
de tocino dentro de su desayuno?, a que yo sí. Desde luego
que cuando terminan de desayunar opíparamente, el resto de las mesas
ya están puestas para la hora de la comida y los meseros solo están
esperando que ellos se vayan para acomodar esas mesas.
Después de pedir
las respectivas toallas de alberca y dirigirse a la piscina, ¡oh
sorpresa! ¡todas las tumbonas están ocupadas!, algunas con
personas color rojo camarón asoleándose, algunas con toallas,
algunas con novelas en inglés o sombreros de paja monumentales (inconfundibles
sombreros de “gringa”), y el yucateco refunfuña porque no encuentra
¡10 tumbonas juntas para asolearse!, -“¡máááááre,
esos gringos (a todos les dice gringos, aunque sean alemanes, franceses
o irlandeses, porque el que es güerito ha de ser gringo) se ocuparon
todas las tumbonas”-, pero mis chulos, ¡si los turistas se
levantan a las 7 de la mañana a asolearse y el yucateco quiere llegar
a las 12 y encontrar todo desocupado! Pero no hay problema, la espera
es breve porque los extranjeros viven pensando en el cáncer de piel
y no se exponen a los rayos solares de las peores horas, así que
comienzan a irse a otras actividades (embuchar tequila, hacer aqua-aerobics
o jugar volibol en la playa, clásico del turista) y dejan muchos
espacios libres para que nuestra familia de yucatecos se ubique donde quiera
y, con el desayuno todavía al nivel de la pupila, comience a pedir
sus bebidas exóticas (¿remember -“ehhhhhh, si ya lo pagué”-?)
mientras lee el “diario”, es una suerte que en el hotel lo puedas conseguir,
aunque ese sí no estuvo incluido y en la farmacia lo tuvieran que
pagar a 15 pesos, pero no importa, no hay que desconectarse totalmente
de Mérida.
Después de repetir
todo el ritual del día anterior de las bebidas, los snack, los tequilas
embuchados y la “buena onda” gringa contagiada, el macro buffet, la siesta
y demás, ¡ahora sí!, -“¡huay, por fin al restaurante
“bueno”!”-, peeeeero, el día de hoy se les ocurrió ponerse
bermuda a los galanes de la familia y el capitán de meseros les
indica que no pueden entrar con esa vestimenta ya que es requisito del
restaurante de especialidades, llevar pantalón largo. Nunca
he entendido esa tontería en Can-Cun ni en ningún lado, puedes
llevar puesta una preciosa bermuda de lino, súper elegante y no
puedes pasar, pero si te pones unos jeans desteñidos y con hoyo
en la nalga si puedes comer ahí, ¿será que los chef
de esos restaurantes lo que tienen es fobia a las piernas de los hombres?
(bueno, hay algunos todavía más ridículos que tienen
en la puerta una caja de corbatas para prestarle al que no lleve, eso sí,
corbatas de los años 70´s que desechó la esposa del
gerente, pero corbatas al fin).
Bueno, volviendo al tema,
el yucateco discute, se indigna, pelea, llama al gerente del hotel ( y
le echa su letanía de –“¿usted no sabe quién soy yo?,
¡soy vecino y muy amigo de la comadre de la hermana de la prima de
la cuñada de Don Pepe, el dueño de este hotel!”-) y a fin
de cuentas no logra nada porque las reglas son las reglas y se hicieron
para respetarse aunque sean ridículas, así que como su orgullo
es muy grande, se va al restaurante de la gente común y corriente,
vociferando que –“ya quisieran los que están adentro ir vestidos
como nosotros”- y se re-embuten otra vez, “para darles en la torre y que
aprendan”, pero, a la mañana siguiente se arrepienten y vuelven
a hacer su reservación, arrollan su cola y se ponen su pantalón
largo porque ¿cómo se van a quedar sin probar lo del restaurante
“bueno”?
Desgraciadamente las vacaciones
han terminado y hay que emprender el regreso a casa, todos se despiden
sintiéndose plenamente satisfechos porque desquitaron (eso creen),
hasta el último centavo que pagaron, -“mááááre,
nosotros sí que los fregamos con todo lo que comimos y bebimos”-
(ajá, ajá, ajá, el dueño va a quebrar, ajá,
ajá, ajá), pero al llegar a Mérida...
-“Oye viejita, ¿por
qué se ve tan llena tu maleta?, ¡huay, ¿qué
trajiste?... ¿y esas toallitas de manos?... ¿y esos ceniceros?...
¿y ese control remoto de la tele?... ¿y esos jaboncitos?...
¿y esas toallas de alberca?... ¿y esas botellitas de champú?...
¿y esa caja de kleenex?... ¿y ese nuevo testamento?... ¿y
esa gorra de baño?”-...
-“Huay viejo, es que en
el super no consigo los jabones pequeños para el baño de
visitas... nuestro control de la tele está fallando... las toallas
de alberca están re buenas y en Sam´s cuestan $150 pesos cada
una... las botellitas de champú... ¿no te las regalan?...
los ceniceros con el logo del hotel, de recuerdo para la casa de la playa
y las toallas de manos... ¡ni cuenta se van a dar!”-.
-“¿Y la caja de
kleenex???????”-
-“¡Pues para el
coche!, ya ves que siempre hace falta”-
-“Huay vieja, pues déjame
confesarte que yo traje lo mismo que tú y creo que los niños
también, bueno, Rogerito trajo hasta la cortina del baño
porque estaba muy bonita, con ese caracol gigante dibujado... y además,
con todo lo que pagamos, que digan que les fue bien... ¿no era ALL
INCLUSIVE”????”-.
Las Calesas
Durante la Colonia, las
calles no eran pavimentadas, las veredas tenían incrustadas piedras
y las calles principales estaban empedradas; no había iluminacion
pública, la mayoría de los caminos eran senderos, el transporte
de mercancías se hacia a lomo de mula. El medio de transporte
más utilizado era el caballo y para la gente, el medio era la calesa
-carruaje usado dentro de las ciudades-, y solo podían tenerla las
familias más acomodadas, su interior era cómodo y forrado
con finos generos. Era manejada por el cochero, quien se instalaba en un
asiento llamado pescante.
En 1902, en la ciudad
de Mérida existían 2,500 calesas registradas, pero en la
actualidad, el sindicato lo forman 52 socios y 49 calesas que cobran a
razón de cien pesos, diez dólares a los turistas, por el
paseo en la ciudad.
En tiempos del gobernador
Granja Ricalde, éste los designó como patrimonio de la ciudad
pero se quejan de que las actuales autoridades no les han otorgado facilidades
para cumplir con su trabajo, pues dicen que la SPV no quiere darles sus
placas de circulación porque les exige una serie de requisitos,
entre ellos ponerle luz a las calesas, lo cual me parece bastante sensato,
pero tomando en cuenta que la mayoría de los caleseros solamente
dan un viaje al día y los mas afortunado dan dos, que una unidad
nueva vale unos 40 mil pesos, una rueda nueva cuesta $1,200, ¿por
qué no prestarles algún tipo de ayuda o subsidio a algo tan
típico de nuestra ciudad y que está en peligro de desaparecer?
¿No sería
diferente si la Secretaría de Turismo les brindara su ayuda, les
arreglara las calesas, les hiciera paraderos en diferentes puntos de la
ciudad y les proporcionara la alimentación para sus caballos?
La verdad, los "coches
de caballito" son algo pintoresco, bonito y muy típico de nuestra
ciudad, ¿dónde están los que tanto defienden "lo nuestro"
y "nuestras costumbres" para ayudar a esta gente?
"La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la television, voy a la biblioteca y me leo un buen libro."
Colleen McCullough, nacida en Australia en
1937, es una de las escritoras más leídas del mundo
entero, y su novela más famosa, "El pájaro canta antes
de morir", escrita en 1977, inspiró la famosa serie televisiva
"El pájaro espino", protagonizada por Richard Chamberlain, y aunque
siempre digo que la película no tiene nada que hacer junto al libro,
digamos que en este caso le otorgo un empate, pues la actuación
de su protagonista fue sensacional.
Desde la publicación de dicha obra
ha vendido más de treinta millones de ejemplares de sus novelas
en todo el mundo.
"El pájaro espino" (The thorn birds"),
también conocida como "El pájaro canta hasta morir" es la
historia, que abarca medio siglo, de la vida de una familia irlandesa emigrada
a Nueva Zelanda y Australia. Su trama gira en torno al amor prohibido que
una mujer siente por un hombre consagrado a Dios, y por supuesto el amor
que él siente por ella, sino el escándalo no tendría
chiste. El sacerdote carismático, Ralph de Bricassart,
y Meggie Cleary, a quien conoce aún siendo una niña,
son los protagonistas de esta bella y escabrosa historia de amor que vale
la pena leer, además de el desarrollo de la vida de la familia Cleary
y sus esfuerzos para sobrevivir en un lugar tan inhóspito como la
Australia de aquella época.
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