¿¿¿¿¿¿Quién te crees que eres??????...

O como oímos a cada rato en las películas, “¿ju de jel llu tink llu ar?” (who the hell you think you are?, para los que hablen inglés nativo),  y es que no hay cosa que más ponga de mal humor que el clásico prepotente que se cree dueño de la ciudad.  Si, mis queridos lectores, así como hay yucatecos con una educación excelsa, los hay que dan ganas de patearlos, nuevamente como en las películas, “quic deir as” (kick their ass), pero con zapato de punta, para que no se les olvide.  Y como ésta es una página de crítica, pues ¿de quién creen que nos vamos a encargar?, ¿de los educados? ¡para nada!, ¡acabemos con los gandallas!
Los yucatecos mal educados más famosos, creo yo, son los “brinca-turno”, los que no saben respetar una fila o simplemente a la gente que llegó antes que ellos a algún sitio y, claro está, son cómplices de las personas que están detrás del mostrador o atendiendo, porque ellos mismos les deberían de decir que respeten su turno, pero no sucede así, el pobre boxito detrás del mostrador se amedrenta cuando le llega alguno de estos especimenes.  No falta la clásica yucateca que llega a la caja del súper y te dice, -“¿no me deja pagar primero?, yo traigo solo este champú y tengo prisa”-. Deberíamos contestar así:  –“Bueno, pues ¡¡¡¿QUIÉN TE CREES QUE ERES?!!!, yo traigo este carrito lleno porque me levanté mas temprano para venir sin prisas, ¿o crees que tengo todo el tiempo libre del mundo?”-.  Cada quien cree que SU tiempo es el único valioso y aunque tuviéramos el tiempo libre, cada uno lo invierte como mejor le plazca, ¿sí o no?  Hay un lugar famoso ya por ser asaltado por los “brinca-turno” y, obviamente porque sus dependientes son de los más brutos para estas situaciones, así que cuando tengo alguito de ganas de pelear, no vacilo y me dirijo aaaaaa... ¡Office Depot!, al módulo donde sacan copias y engargolan trabajos, etc.  Es en ese lugar donde me he peleado más rico y más a gusto con las yucatecas “brinca-turno”, que normalmente son mamás de alumnos del Cumbres, del Patria o del CUM que les están terminando la tarea a sus hijos y que le dicen al empleado: -“oye, yo nada más quiero sacar una copia y tengo prisa, ¿me la haces?”- y como por supuesto no hay que dejarse, las discusiones se ponen sabrosas allá.  Si el empleado estuviera bien entrenado diría: -“lo que voy a hacer señora, es retorcerle el cuello si no espera su turno”-, pero claro, como el negocio no se los permitiría, ponen cara de borregos ahorcados y actitud de que no saben qué hacer, hasta que salta algún corajudo que le dice. –“¡¡¡¡¡¡YO LLEGUE PRIMERO Y TAMBIEN TENGO PRISA PARA ENGARGOLAR ESTOS 45 TRABAJOS!!!!!!”- ¡qué rico se siente!, la verdad.
No faltan también los que pretenden llegar al cine 3 minutos antes de que comience la película y empiezan a buscar a algún conocido en la fila para colarse en los primeros lugares o el clásico yucateco “brinca-turno” que se va pegando poco a poco a la fila para entrar, como si nadie se diera cuenta de lo que están haciendo.  Hay hasta los que se molestan porque no agarraron buen lugar y les tocó hasta adelante, ¿quién se creen que son?
Otra palabrita muy yucateca y que desde luego se pone en práctica es “gana-lugar”.  Ese concierto de Maná es “gana-lugar”, te dicen, o en el circo, todos los boletos cuestan lo mismo porque es “gana-lugar”, bueno, la palabra misma encierra la gandallería, ¿¿¿¿cómo que “gana-lugar”??? casi me parece estar viendo a la señora pelearse a bofetones por un asiento... habráse visto.  A veces, en las fiestas infantiles hago muchos corajes, ¿por qué?, aahhh pues por el famoso “gana-lugar”.  Uno se ocupa de llegar temprano para tener un lugar estratégico donde puedas ver a tu hijo lanzándose de la resbaladilla o te ubicas debajo del abanico o simplemente para platicar junto a alguna amiga, pero eso sí, no tomes mucha coca-cola para que no se te ocurra pararte ni para ir al baño porque aunque dejes tu bolsa, el disfraz del niño, su bolsa de la piñata y tu plato de comida en el asiento, no falta la clásica “gana-lugar” que baja todas tus cosas al suelo para sentarse precisamente ahí. ¿Será tan difícil llegar 10 minutos antes de lo previsto para no correr?, no, no es difícil, pero hay gente que se cree con el derecho de poder hacer lo que le plazca, a costillas de los que se dejan.
Creo que uno de los lugares donde mi úlcera se acrecienta es en los estacionamientos.  ¿Por qué el yucateco será capaz de hacer cualquier cosa por obtener un lugar para estacionarse? Y, además, todo mundo quiere estacionarse en la mera puerta del sitio donde va para caminar lo menos posible, haciendo los mayores desfiguros por esto.  Subirse en las banquetas con todo y auto, hacer como que no vemos la raya amarilla, alargar el camellón hasta tapar la vuelta, llegar al descaro de taparle la salida a un coche y luego “pedir disculpas” y los que no tienen el menor empacho en estacionarse en el lugar de los minusválidos, ¿quién se creen que son?
Ya he mencionado en otra ocasión, aunque de manera breve a las señoras que llevan a sus bebés al cine a la función de adultos –“que porque no tienen con quien dejarlos...”-, pues es muy simple... ¡que no vayan al cine ni a ninguna parte! ¿o acaso los demás los obligamos a tener chamacos y por eso tenemos que oír los llantos en la parte más emocionante de la película? ¡No!, pero hay algo que me he dado cuenta, las mujeres yucatecas creen que son las únicas sobre el planeta que se han embarazado y que han parido.
¿Y qué me dicen de las que les vale un cacahuate la educación de sus hijos y los dejan hacer despapaye y medio en cualquier lado?  ¿A poco no son odiosos los niños corriendo en un restaurante o agarrando todo en una tienda? ¡Heródes! ¡Resucita! Y las mamás, ni se inmutan, ellas siguen chismeando y les vale porque tienen la idea que sus hijos se lo merecen todo y pueden hacer lo que sea, ¿sí o no?
De lo más común y corriente en nuestra ciudad es ver a la gente tirando basura en las calles cuando van en sus coches, y esto no es exclusivo de la gente de bajos recursos, ¡para nada!, así como vemos una mano salir de un autobús de pasajeros tirando sus cáscaras de mandarina o sus “chinas chupadas”, también me ha tocado ver salir brazos de algún Cadillac tirando sus papeles de chicle “wrigleys” en plena calle y no falta alguien que siempre comenta... –“si estuviéramos en Estados Unidos los multarían...”-, ¡si, pero no estamos en Estados Unidos! ¡Aquí también hay que ser limpios y recoger nuestra charola en Burguer King o en la “Gran Plaza”!
Lo triste del asunto es abundan los gandallas porque muchos de nosotros dejamos que existan por un concepto mal entendido de “no pelear” y permitimos cosas que no deberían permitirse.  No tiene nada de malo ni es “pelear” cuando protestamos y defendemos nuestro derecho a algo y el chiste es no enojarse de verdad, ¿quién se creen que son? ¡máááre!
 
 
 

... y algo más.

No pensaba hacerlo, pero a petición de varios lectores, escribo un breve comentario sobre los juegos olímpicos de Sidney y como les decía anteriormente, disfruté las olimpiadas porque siempre me ha encantado toda esa cursilería de llorar cuando gana un mexicano (cada vez más escasos momentos), de hacer corajes cuando los desgraciados jueces nos "roban" las medallas (ya saben, el clásico pretexto de "todos contra nosotros"), etc.
No, ya en serio, creo que a todos nos gusta admirar como se corona un esfuerzo de tantos años de entrenamiento en los atletas, nos dá doble gusto cuando son los atletas paraolímpicos porque su esfuerzo es mayor y vencieron un doble obstáculo y, analizando más profundamente la situación, creo que a veces nos vemos reflejados nosotros mismos en esas personas.
El mexicano goza el triunfo de sus atletas y los convierte en héroes nacionales, hasta ahí todo está más o menos bien y luego los menciona como si fueran parte de su familia, -"híjole, qué bien lo hizo la Soraya, ¿no?"- y no faltan los clásicos comentarios, -"a la Soraya no se le pone al brinco ningún novio porque se los suena, ¿a poco no compadre?"-.
Los juegos olímpicos me encantaron; admiré a muchos deportistas dedicados a sus cuerpos y sus especialidades.  La idea de los juegos, el concepto de unir a través del deporte me parece fabuloso, pero, como siempre, la mayoría de los mexicanos dieron pena ajena.  Nuestros atletas que ganaron medalla, arrastraron la frustración de millones de mexicanos adoradores del "sí se puede" a través de otras personas y la delegación mexicana demostró una vez más lo mal que está el deporte en nuestro país, porque la mayoría de los atletas que destacaron, entrenan fuera de México o tienen entrenadores extranjeros, por la falta de apoyo en nuestro país. Hace falta que mucha gente se ponga los pantalones y decida que solo van a viajar los atletas que tengan verdaderas posibilidades de quedar en un lugar decoroso, pero eso sí, los directivos llevaron hasta al perico, como siempre.  Triste, muy triste.